ORACIÓN A SAN ALEJO PARA PEDIR QUE ALEJE LA POBREZA Y LOS ENEMIGOS


Pide a San Alejo que está en el cielo 
ayuda  para tus necesidades, para remediar tu pobreza
y para que aleje de ti a tus enemigos.
 
 ORACIÓN A SAN ALEJO

(Patrón: mendigos, enfermeras, peregrinos, viajeros)

¡Oh gloria de la nobleza romana
y verdadero amador de la pobreza
e ignominia de Cristo!
 
¡Oh San Alejo bendito!
que en la flor de tu juventud,
por obedecer a la inspiración del Señor,
dejaste a tu esposa y saliste como otro Abraham
de la casa de tus padres,
y habiendo repartido lo que llevabas con los pobres,
viviste como pobre y mendigo
tantos años desconocido
y menospreciado entre los hombres.

Tú fuiste muy regalado y favorecido
de la Virgen María nuestra Reina y Señora,
y huyendo de las alabanzas de los hombres,
volviste por instinto de Dios
a la casa de tus padres
que por tu voluntad habías dejado,
para darnos ejemplo de humildad,
de paciencia, de sufrimiento y constancia,
y para triunfar de ti y del mundo
con un género de victoria tan nuevo y tan glorioso.
 


Pues, ¡oh santo bienaventurado!
Rico y pobre, noble y humilde, casado y puro,
llorado de tus padres, denostado de tus criados,
desestimado de los hombres
y honrado de los ángeles,
abatido en el suelo y sublimado en el cielo,
yo te suplico, Alejo dulcísimo,
que por tus merecimientos y oraciones
yo alcance del Señor la gracia y la súplica
que con tanta fe te hago:
 
(Hacer la petición)
 
También te solicito que me proporciones
la virtud del amor a Dios,
y la gracia para vivir como hombre devoto,
alejado de la pobreza y de los enemigos,
para poder llevar una vida en amor y paz
con Dios y con los hombres.

Amén.
 
San Alejo fue el único hijo de padres preeminente entre los nobles romanos por su virtud, nacimiento y riqueza.
 
En su noche de bodas, por la inspiración especial de Dios, abandonó secretamente Roma y, viajando a Edessa, en el lejano Oriente, regaló todo lo que llevaba con él, contentándose desde entonces a vivir de limosna en la puerta de la Iglesia de nuestra Señora en esa ciudad.
 
 
Sucedió que los sirvientes de San Alejo, a quienes su padre había enviado a buscarlo, llegaron a Edesa y, al verlo entre los pobres en la puerta de la Iglesia de nuestra Señora, le dieron una limosna que no le reconocieron. Tras lo cual el hombre de Dios, regocijándose, dijo:
 
"Te doy gracias, Señor, que me llamaste y me concediste para que recibiera, por tu nombre, una limosna de mis propios esclavos. Dígnate cumplir en mí la obra que has comenzado. "
 
Después de diecisiete años, su santidad se manifestó milagrosamente por la imagen de la Santísima Virgen. En su camino a Tarso, los vientos contrarios llevaron su barco a Roma. Allí nadie reconoció en el mendicante pálido y andrajoso al heredero de la casa más noble de Roma; ni siquiera sus padres tristes, que habían enviado en vano a todo el mundo en busca de él.
 
 Pidió caridad a su padre, que no le reconoció, le rogó un rincón de su palacio como refugio, y los restos de su mesa como alimento. Así pasó diecisiete años, soportando pacientemente la burla y el mal uso de sus propios esclavos y atestiguando diariamente el dolor inconsolable de su esposa y sus padres.
 
Por fin, cuando llegó su muerte y había terminado con este cruel martirio, se enteraron, por un escrito de su propia mano, quién era el que, sin haberse dado cuenta, habían tenido refugiado en su propia casa.
 
Dios dio testimonio de la santidad de su siervo por la concesión de muchos milagros. San Alejo murió a principios del siglo quinto.

REFLEXIÓN.
 
Debemos estar siempre dispuestos a sacrificar nuestros afectos naturales más queridos y mejores en obediencia al llamado de nuestro Padre Celestial. "No llames a tu padre sobre la tierra, porque uno es tu Padre Celestial". Nuestro Señor nos ha enseñado esto no solo con palabras, sino con su propio ejemplo y con el de sus santos.
 

 
 

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